En base a estos puntos de vista tanto
humano como religioso, podemos dar un ejemplo concreto de la realidad vivida en
nuestro país El Salvador. En esta ocasión hablamos del conflicto armado o
guerra civil ocurrida entre 1980 y 1992.
Se
estima que la guerra dejó un saldo de 75.000 muertos, en su mayoría civiles. Si
se tiene en cuenta que en la década de 1980 la población de El Salvador rondaba
los 4,5 millones de habitantes, ello equivale a decir que casi el 2% de la
población perdió la vida en el conflicto. Decenas de miles de personas
resultaron heridas físicamente (como consecuencia de armas de fuego,
explosiones, minas antipersonales, etc.) y miles de ellos quedaron con
mutilaciones que los incapacitaron de por vida. Miles, también, resultaron con
graves secuelas psicológicas (si se tiene en cuenta las violaciones a las que
fueron sometidas incontables mujeres y las torturas y vejaciones que padecieron
otros tantos hombres). Numerosos niños quedaron huérfanos de padre, madre, o
ambos.
Los daños materiales fueron cuantiosos.
Puentes, carreteras, torres de transmisión eléctrica, etc. resultaron
destruidos o severamente dañados; la fuga de capitales, y la retirada del país
o el cierre de innumerables empresas hicieron que la economía del país se
estancara durante más de una década. La reconstrucción de la infraestructura se
ha prolongado hasta la actualidad.
Desde el punto de vista social, el costo
también ha sido muy alto. La desmovilización de los ex-combatientes y su reinserción
a la vida civil han sido una dura labor que aún continúa. Como consecuencia de
la guerra, quedaron en manos de la población civil miles de armas de fuego, lo
cual propició el surgimiento de las pandillas de jóvenes y adultos denominadas
maras, dedicadas a la delincuencia y al tráfico de drogas, y que han hecho de
El Salvador uno de los países (con ausencia de guerra) más violentos del mundo.
Por otro lado, cerca de 500.000 salvadoreños se vieron obligados a abandonar el
país. La mayoría se radicó en el estado norteamericano de California, donde los
emigrados y sus descendientes se han convertido en una importante fuerza
económico-laboral, y las remesas de dinero que envían a sus familiares en El
Salvador se han transformado en uno de los principales motores de la economía
nacional.
Desde el punto de vista político, el país
se democratizó. Desde el final de la guerra civil hasta ahora, todas las
elecciones realizadas en El Salvador han sido cuidadosamente monitorizadas por
la ONU y otros organismos internacionales, a fin de asegurar la transparencia
de los comicios. Las nuevas instituciones creadas como producto de los acuerdos
de paz (Procuraduría de los Derechos Humanos, Policía Nacional Civil de El
Salvador, etc.) garantizan el buen funcionamiento del sistema político, y
procuran preservar a todos los sectores de la sociedad. No obstante todo ello,
la guerra ha dejado una gran polarización y resentimiento en la sociedad
salvadoreña.
Así podemos observar que lo único que paso
en esos 12 dolorosos años fue una violación e irrespeto total a los derechos
humanos y de la dignidad de los mismos, que es por lo que la iglesia siempre ha
luchado y lo seguirá haciendo. Y comprobamos que a nivel religioso hay muy
pocas posibilidades de encontrar beneficios de tales atrocidades que destruyen
a las personas.
"Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba." Heródoto de Halicarnaso (484 AC-425 AC)
"La guerra es una invención de la mente humana; y la mente humana también puede inventar la paz." Winston Churchill (1874-1965)
"Se tardan veinte o más años de paz para hacer a un hombre, y bastan veinte segundos de guerra para destruirlo." Balduino I (1930-1993)
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